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La gestión de activos de infraestructuras se está convirtiendo en el mejor modo de optimizar la gestión de las instalaciones de transporte y de minimizar el impacto de los recortes presupuestarios. Las principales características de este enfoque, tal y como se indica en varias normas [1] son un punto de vista «holístico» que incluye todos los sub-activos, su orientación hacia las políticas y los objetivos de transporte, la transparencia/comunicación con todas las partes interesadas y la consideración de los riesgos (análisis de riesgos). Por ello, la asignación de recursos limitados a las distintas categorías de inversión, siempre que los objetivos estén relacionados con la planificación y programación del transporte, es una de las principales actividades de la gestión de activos de infraestructuras. Las organizaciones de transporte van alcanzando altos grados de madurez en los procesos de gestión de activos y buscan en la optimización y en los compromisos transversales entre los distintos activos, basados en el rendimiento de los mismos, la siguiente oleada de innovación que les permita mejorar su transparencia, credibilidad y toma de decisiones.